Al ver el documental Trabajo
Confidencial (Inside Job) sobre la crisis financiera de Estados Unidos el año
2008 la primera inquietud que surge es
cómo la poca regulación, o más bien el poco interés de las autoridades en regular
los mercados, unido a la ambición de empresas y personas en particular genera
un caos tan grande que termina afectando a todo un país y por supuesto al
mundo. Algo esperable según un profesor de Economía que tuve, porque Estados
Unidos es la máxima expresión del capitalismo, donde comprar y vender para
generar ganancias personales se ha convertido en la máxima, o como expresaba el
fallecido cantautor Facundo Cabral “es donde el dólar sube y el hombre baja” o
como decía Coco Legrand: el hombre deja de ser persona y pasa a ser cliente.
Pero lo más perturbador es que eso
mismo existe en pequeña y mediana escala. Es decir, para la recesión de 1984
Chile hizo una reforma que lograba que los empresarios paguen poco o nada de
impuesto buscando apoyar el emprendimiento que en definitiva genera más trabajo
y progreso. Sin embargo a décadas de esa crisis seguimos manteniendo el mismo
tipo de tributación, existiendo hoy demandas de la ciudadanía por mejorar la
educación o una igualdad económica, donde los que ganan más tributen más. La
desproporción es increíble en el sentido que una vendedora de carrito de
sopaipillas paga más contribuciones que una farmacia, una multitienda o una
concesionaria de carreteras. Sin embargo dado que son los mismos empresarios
quienes financian las campañas políticas de todos los sectores nos queda un
escenario muy negativo.
En otro aspecto, la manera en que
diversas fuentes como la Fundación Sol o el mismo BCI cuestionan resultados de mediciones tan importantes como
la Encuesta CASEN, los índices de empleo
o los indicadores de inflación del INE
nos dice que la información confiable y fidedigna que permitiría una correcta toma de decisiones por parte del
empresariado también se vería afectada y mermada en su efectividad para la
misma producción y empleabilidad. La pregunta es ¿Son miradas con intereses
políticos o de verdad estamos más cerca de una crisis económica?
Otros casos a una escala más cercana son los vistos en el programa Esto No Tiene Nombre, emitido el martes 9 de abril a las 23.00 Hrs. que denunciaba malas prácticas en ventas on-line que implicaba errores en la entrega de productos, productos defectuosos y una nula atención de post.-venta que impide el cambio o la devolución del producto. Al ser entrevistados los encargados de las áreas respectivas de cada una de las grandes tiendas involucradas (Falabella, Ripley y Almacenes París) todos coinciden que no es la intención de las empresas abusar de los clientes, y que el sistema de ventas on-line ha tenido un enorme crecimiento y que ha sobrepasado la capacidad de atención, entrega y post-venta. La pregunta entonces es ¿Por qué se sigue vendiendo si se sabe que el sistema está defectuoso? Y la respuesta es tristemente obvia: para ganar el mayor dinero posible. Se usa y abusa de un sistema de reacción lenta, de modo que cuando se quieren corregir las injusticias pueden pasar años donde la ganancia entra y queda.
La responsabilidad social empresarial
muchas veces es un tema utilizado en los discursos y en las cuentas públicas.
El mayor beneficio se obtiene haciéndose el tonto lo más que se pueda. Pasa con
las tarjetas de las multitiendas que cobran por años pequeños costos de seguros
que no se avisaron, las compañías de celulares con mensajes de texto no
solicitados o el mismo vendedor de créditos o seguros que vende sin importarle
si el cliente puede pagar o no. Seguramente eso es problema de otro, pues lo
importante es recibir la comisión. Al final el pensamiento se origina o se basa
en la justa necesidad de asegurar un mejor estándar de vida a quien emprende o a quien vende o a quien trabaja, pasando
por encima del beneficio común tanto de otras personas como del que se origina
en consecuencia a la sociedad misma.
La regulación del Estado es
fundamental en esto. Se necesita asegurar leyes que respalden las buenas prácticas,
pero finalmente todo parte desde la unidad mínima de este sistema que somos las
personas. La ambición como motor del progreso es justificada solo en la medida
que no pasamos por encima de nadie A fin de cuentas la sociedad es un
ecosistema, por tanto si hacemos malos negocios, o inflamos resultados y la
sociedad termina perjudicada, ese mal recaerá finalmente sobre mi negocio, y
sobre mi bienestar.
Esa es una de las lecciones que tenemos que sacar de todas las crisis
financieras, que parten o se originan siempre desde el mismo lugar: la ambición
desmedida.
La otra lección va para el consumidor, o sea nosotros. Tenemos un estilo de vida aspiracional, vivimos de acuerdo a las apariencias, queremos comprar y más allá de si es necesario o no el artículo deseado, actuamos impulsivamente. Si vamos a una tienda y vemos un producto nos abalanzamos sobre el, no reparamos en detalles, y si aparece algún "pero" (como que no tienen el producto o que se despacha desde otra ciudad) no somos capaces de decir que no e irnos a otra tienda buscando alternativas. Esa actitud es la que alimenta el abuso de parte de las empresas o de los inescrupulosos, que contrario a lo que se cree, no siempre son la misma persona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario